domingo, 16 de agosto de 2009

cerca del cielo

["Se suspende el rescate de Óscar Pérez de manera definitiva. El grupo de rescate se ve obligado a abandonar la búsqueda del montañero accidentado en el Latok II por el mal tiempo y la falta de seguridad"]EL PAIS 17/09/2009



Oscar Pérez, cerró los ojos en algún punto de la mañana de ayer, a 6.200 m de altura, más cerca del cielo de lo que ninguno de nosotros hemos estado, para no abrirlos más. Murió tranquilo a pesar de todo, de agotamiento y desesperanza, en la pared de Latok II, una de las catedrales de piedra y hielo del Karakorum, la cadena de montañas más hermosa y letal del mundo. Después de 10 días esperando el rescate echó un último vistazo alrededor y supo que no irían a buscarlo.
Quiero imaginarlo así, los ojos cerrados, durmiendo mientras el cuerpo se le cubre poco a poco de copos de nieve y la montaña lo engulle. No lo quiero imaginar esperando todavía, dedos negros de congelación, ciego de terror y de frío, un edema pulmonar robándole el aliento, convirtiendo cada respiración en un resuello, un chirrido infame, sin saber que se nos ha hecho tarde para sacarle de ahí. ¿Qué absurdo verdad? ¿Qué es una vida hoy por hoy, en un mundo como este, donde a dios se le escurren de las manos las vidas de miles niños famélicos por los que ningún helicóptero alza el vuelo, nadie parte en expediciones de rescate? Porqué coño habremos decidido que es esta vida la que debe ser salvada. Es irracional. Es injusto.
Sin embargo no me lo puedo sacar de la cabeza. Mejor dicho: del pecho. La imagen de un hombre solo en una repisa, esperando a que la montaña lo engulla, diminuto ante esa cordillera infame y maravillosa del Karakorum. Para los que crecimos con las imágenes de Al filo de lo imposible acunándonos los sueños y la infancia, tiene sentido. Y sé que se me va a quedar el fantasma atragantado, como tantos otros que no me pertenecen. Como la historia detrás de la voz de Sebastián Álvaro, años atrás en Santiago contándome porqué el equipo de Al filo volvió al K-2 después de que realizasen su sueño de hacer cumbre y diesen todo lo demás a cambio (perdieron a un miembro del equipo en el descenso). O los ojos del gran Iñaki Iñurrategui contando ante una audiencia desagradecida como vio caer a su hermano 400 metros en su doceavo ochomil y ahora sube montañas solo, perseguido solo por su sombra.
Y sucede que de vez en cuando alguien se toma la molestia de poner por escrito una de estas historias, y un país contiene la respiración por un hombre atrapado entre los hielos del Himalaya. En realidad es solo una más de las vidas y muertes de tantos hombres que no conozco. Gente valiente que apunta con el dedo hacia lo alto, hacia donde están sus sueños y se abren camino hacia ellos. Gente que sabe lo que yo no: sabe sufrir y sabe luchar. Gente que muere cerca del cielo.
Cómo voy a explicarlo yo, que tengo vértigo. Así que mejor lo dejo estar. Estoy cansada de llorar por cosas que no entiendo y me vence el sueño. Cerraré los ojos y le daré vueltas a esta idea estupida que no para de rondarme a mente: que sólo espero que no perdiese la vista, que muriese mirando las montañas.