miércoles, 16 de diciembre de 2009

Rocio




Igual hay que entender que a ella no le gustan las despedidas. Que se rodea de agua para nadar, y sentirse ingravida, en vez de dejar que le penda en gotas desde las pestanahs. Que sus abrazos estrujan, que decirte la verdad (incluso cuando duele) es su forma de quererte. Que los movimientos de bailarina de la royal ballet son serenos y hermosos, pero no siempre implican falta de turbulencia interior, de salitre tragado, de dias de lluvia
Ella habla, dice y mira a su manera: los novios son personas especiales, las semillas germinadas orgasmos gastronomicos, el amor es una ilusion. Pero esa manera unica de decir, implica que solo los que la conocen, los que sabemos leer las senhales de humo, los privilegiados que penetran ese pequenho mundo de fememinidades de carmin rojo y roles masculinos encubiertos ( y cada chispa nacida de ese continuo tira y afloja de fortalezas y vulnerabilidades) entenderan el lenguaje de signos. Yo me quedare muda ahora. Sin habla y sin risa un ratito, como si fueses una salve callada a mi particular virgen del rocio. Con un agujero negro en la vida y el alma, en mi dia a dia londinense. Creyendo con fe ciega en los telefonos duados, en los hilos inhalambricos que unen los corazones de la gente que se quiere en este mundo, en las cartas y por encima de todo en la telepatia y en la memoria. En que la llevo siempre a donde vaya y en que ella habra absorbido mis gestos y mi palabra. Como hace con casi todo, aspiradora de vida y luz. No seas mala, no huyas, no nos dejes a oscuras.
O quizas, quizas toque ser generoso y dar las gracias, confiando en que ella sepa la cantidad de noches y tardes y lunchbreaks y conversaciones telefonicas y cara a cara que van dentro de esa palabra. Quizas sea mejor ser buena y secar la ultima lagrima. Y decir buen viaje, buen viento, te espera una vida nueva. Haz que arda, como ardiste las nuestras.