Sin el viaje me pierdo, se me adormecen los sentidos, se cubren de nieve mis venas, mis nervios, mis raíles, se llenan de copos las pestañas, se embrutecen las lágrimas. Y sin lágrimas no hay palabras, nunca las hubo para mí. No palabras de las que caen como gotas de lluvia de tormenta de verano, pesadas acarreando la humedad de los días, impregnando de olor las calles. No existe la escritura, desaparezco. Yo si no espero el viaje, no espero nada. Se acaba la esperanza, me siento nómada de mi misma, pierdo el hogar, la calma, la frontera. Sin el viaje no hay casa, no hay dios, no hay futuro. Sin el viaje yo no sé, yo no soy, yo no siento.
Necesito el camino bajo los pies, aunque no empiece hoy, aunque me quede aquí a contar buses rojos más tiempo. Lo necesito para no olvidar que hay que tener cuidado, hay que temerle, a los horarios de 9a
Hay dejar que el tiempo erosione el recuerdo y lo convierta arena de playa...Sostener los momentos felices en la palma de la mano, ponderándolos, dejando que te desgarren el alma y la retina, dejando cicatrices, alterando tu visión . Sostenerlos todavía un segundo mas…un segundo mas…como hacía Karen Blixen en su casa de la sabana africana, poniendo a prueba el corazón, castigándolo para descubrir que puedes sobrevivir a todo, empujando el dolor hacia algún punto concéntrico de tu pecho hasta que estalle y la noche se despierte.
Puede que entonces sólo quede un aullido roto, señal de que el dolor tarda mas tiempo en borrarse que la memoria. Prueba de que de un modo u otro, todavía…. todavía…todavía estas viva.